Mapa de controversias en bienestar animal


Controversias éticas sobre el bienestar animal


El bienestar animal ha sido debatido ardientemente desde su emergencia en los 60, entre otras razones porque de alguna manera “revive” las cuestiones éticas sobre la relación que los humanos tienen con los animales y el estatus atribuido para ellos.
El estatus moral del animal es un objeto de debate porque abre las preguntas sobre el interés propio por el animal dentro de la responsabilidad ética de los humanos hacía los animales. No es posible cuestionar el bienestar animal sin cuestionar el tema de crear la relación con él, colocarlo como un fin productivo y matarlo. ¿Debería la evaluación del bienestar animal preocuparse por el bienestar general medio de un pastor o debería dar más importancia a unos pocos animales en situaciones críticas? ¿Basándose en qué criterios determinaremos las intervenciones en los animales como moralmente aceptables incluso si generan algún sufrimiento? ¿Mejoramos el bienestar animal basado en los medios o estándares aplicables a todos los sistemas de ganadería, o nos centramos en los resultados, las consecuencias de las acciones humanas para con los animales para ajustar las prácticas e intervenciones? Todas estas preguntas contribuyen a los temas éticos planteados por el bienestar animal.
Reflexionar acerca del estatus moral de los animales y las cuestiones éticas planteadas por la relación que estamos construyendo, forma parte del pensamiento occidental generado por la Ilustración. De hecho, es un modo particular de organizar el mundo que Descola [1] denomina como naturalista, y que nos conduce hasta una preocupación ética por el bienestar animal. Este modo de organizar el mundo lleva a “la realización de las identificaciones distribuyendo cualidades a aquellos que existen, sobre la base de diversas posibilidades de atribuir a otra persona indefinida una similitud física e interior o una diferencia de aquellas experimentadas por todos los seres humanos”. En otras palabras, reconocemos cualidades biológicas similares (físicamente) entre los humanos y los animales, pero fácilmente nos escondemos detrás de la tesis sobre la excepción humana a la hora de considerar la conciencia, la cultura, la espiritualidad en el mundo animal. Finalmente, el bienestar animal nos lleva a cuestionar los límites entre el hombre y el animal.
Las corrientes principales en la ética animal dentro del mundo occidental en general y particularmente en Francia, son objeto de una fuerte controversia y también de la manera en que la relación hombre-animal es vista. Toda la deontología animal se basa en 4 posibles orientaciones: deontológica, consecuencialista, afectivista o naturalista (ver el gráfico n°1).


Una ética es deontológica cuando considera que una acción es buena si es universalizable y hecha por el deber o el respeto por el estándar (el criterio). En otras palabras, cualquier acción humana su juzga según cumple o no las normas u obligaciones preestablecidas por el grupo o compañía. Los defensores de la deontología animal nos invitan a definir las reglas de conducta, leyes que rigen nuestra relación con los animales.
La ética deontológica se opone a la ética consecuencialista que propone juzgar las acciones humanas solamente en función de sus consecuencias. Aquí es cuestión de observar que tipo
de consecuencias importan a la persona, exclusivamente la consecuencia para el hombre o para la comunidad hombre-animal.
Mientras la ética deontológica y la ética consecuencialista apelan a la razón, la ética afectivista deja que la primacía de sentimientos haga el juicio moral.
Razón versus sentimiento como base de nuestras éticas es en lo que discrepan Hume y Kant. Hume posiciona la vista moral de la humanidad como fundamental en el juicio moral. “Parece obvio que las razones fundamentales de las acciones humanas nunca pueden, en todas sus formas, estar representadas por la razón, pero están totalmente relacionadas con los sentimientos y afectos humanos, sin ninguna dependencia de las facultades intelectuales.” [2].
Hume no cuestiona la razón en el juicio moral, pero para él, representa solo un motivo para acción, “frío y desvinculado”, que se limita dirigiendo el impulso mostrándonos los medios adaptados a su fin. Si la razón puede diferenciar lo verdadero de lo falso, no puede reconocer el bien y el mal. El sentimiento en la relación que se expresa al ver un animal, en la forma de bienestar o malestar, es un guía moral para los defensores de esta ética afectivista.
“Seguramente la razón, cuando es completamente apoyada y reforzada, podría ser suficiente para instruirnos en la perniciosa o útil tendencia de calidades y acciones, pero sin embargo no puede ser suficiente para un reproche o una aprobación moral de una acción. (…) Lo que se requiere es el sentimiento (…). Este sentimiento puede ser el de la felicidad humana y el de resentimiento de su miseria; (…) por lo tanto la razón nos enseña las tendencias de muchas acciones, y la humanidad hace distinción a favor de aquellos que son útiles y beneficiosos” [2].
Kant, al contrario que Hume, considera que el impulso sentimental, incluso si es bueno, puede llevar hacía las acciones injustas. Por lo tanto argumenta que no puede ampararse en el sentimiento sino en la razón.
“Amor como una pasión no puede ser ordenado; pero para hacer el bien precisamente por el deber, cuando no hay disposición (pasión) para hacerlo, e incluso cuando se le opone una natural e invencible aversión, es un amor práctico y no patológico que reside en la voluntad, y no en la pasión de la sensibilidad de uno, en principios de acción y no en la compasión moderada” [3].
Finalmente, otros filósofos cuestionan los enfoques éticos que ponen de relieve la condición moral de la relación hombre-animal. Opuestos a las formas de relación que llevan hacia el uso de los animales como objetos de producción o animales de compañía, afirman que hay que basar un juicio moral en los principios de la naturalidad del hombre y del animal. Estos defensores de la ética naturalista consideran que nuestra relación con los animales en nuestras sociedades occidentales es perjudicial para ambos: hombres y animales. Sugieren restablecer la relación con el animal adaptada en las sociedades de caza-recolección.
La ética animal por lo tanto toma principalmente las orientaciones deontológica, consecuencialista, afectivista o naturalista, a veces intentando posicionarse entre ellas. Por otra parte, se sitúan dentro de una orientación zoo-céntrica orientada hacia el animal y su bienestar, y dentro una orientación antropocéntrica, considerando el bienestar animal solamente si cumple el bienestar del hombre.
Imagen n°2 presenta los diferentes tipos de ética animal que alientan los debates entre filósofos y profesionales del mundo agrícola dependiendo del agente, si son por ejemplo los ganaderos o los distribuidores, los consumidores, las organizaciones militantes o los investigadores.

Gráfico 2: Matriz de clasificación de las éticas relativas al bienestar animal
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La ética abolicionista lleva a la rechazar todo el uso del animal.
La ética deontológica, sin cuestionar el uso del animal sugiere que debe regirse por los estándares legales.
La ética asistencialista (bienestarista) utilitaria propone evaluar nuestras acciones en relación con el bienestar global producido en los hombres y en los animales.
La ética neo-asistencialista (bienestarista) propone un intermedio entre la ética abolicionista y la deontológica. Dado que el enfoque abolicionista no es socialmente aceptable, definir los estándares para la ganadería es el primer paso antes de la liberación de los animales.
La ética asistencialista antropocéntrica defiende el bienestar animal a medida que favorece la producción, mientras la ética a-asistencialista antropocéntrica considera el bienestar animal más bien como una limitación desfavorable para la producción.
La ética responsable anticipa la consideración de nuestros sentimientos en nuestras elecciones con respecto a los animales.
La ética de dar y devolver contempla al ganadero y al animal como un sistema donde se intercambia “dar” y “devolver”.
La ética utilitaria naturalista cuestiona la relación que el hombre teje con el animal y nos invita a reconstruir la relación más “sana” y más “madura” basada en el respeto por la naturalidad del hombre y del animal.
Referencias
[1] Descola, P. (2006). Par delà nature et culture. Paris : Gallimard.
[2] Hume, D. (1777). An enquiry into the principles of morals. Edinburgh : Printed for Adam Black and William Tait.
[3] Kant, E. (2011). Fondements de la métaphysique des mœurs. Paris : LCI.

Controversias sobre los conceptos científicos relacionados con el bienestar animal


Para calificar el bienestar animal científicamente se presentaron varios conceptos, pero ninguno de ellos fue realmente aceptado unánimemente por el mundo científico. Varias definiciones y varios factores buscan concretarlo, se han propuesto varias metodologías de evaluación.
1. Criterios de salud y rendimiento productivo
En el pasado, los veterinarios y los agricultores contemplaban el bienestar animal a través los aspectos físicos y corporales. En este enfoque los criterios de salud aplicados para avaluar el bienestar animal varían según el tipo de producción y con mayor frecuencia indican una combinación de los factores adversos: por ejemplo, una prevalencia alta de cojera en un rebaño de vacas lecheras podría ser el resultado de suelos deficientes en el área de ejercicio, camas inadecuadas y muchos otros factores relacionados con la ganadería. Estos criterios de salud pueden ser complementados con criterios que indican la variación en el rendimiento productivo, por ejemplo la tasa del deterioro de la condición corporal, disminución de la producción de leche, crecimiento reducido. Los criterios de salud o rendimiento son fácilmente identificables cuando el problema es significativo o cuando afecta a un gran número de animales en el rebaño: por lo tanto son criterios que podrían ser tardíos y menos sensibles que el comportamiento. Sin embargo, estos criterios pueden ser evaluados objetivamente a través de la información almacenada en los registros de la granja, tal como la tasa de mortalidad del rebaño incluida en el registro de la granja o contenido de células según el registro de leche o proporcionados por los datos de estado de salud. Sin embargo, los criterios de producción son complejos para ser evaluados porque el rendimiento zootécnico varía según el potencial genético del animal y pueden ser compensados por otros elementos de gestión. Por este motivo, el buen nivel de rendimiento de los animales no es garantía del bienestar dentro del rebaño. Eso no significa que el estado mental del animal no esté afectado.
2. Del dolor y sufrimiento a emociones positivas
Históricamente, durante la segunda mitad del siglo XIX, los movimientos de bienestar animal abordaron el sufrimiento infligido a los animales y se preocuparon por el malestar animal.
Algunos investigadores [1] proponen contemplar el bienestar animal a través de la limitación de sufrimiento o dolor. Entonces, respectar el bienestar animal sería equivalente a evitar su malestar.
Dolor implica una emoción desagradable asociada con el actual o potencial daño tisular. También puede tener origen psicosomático; en este caso no hay daño tisular aunque el individuo tiene la percepción del dolor físico.
El dolor presupone la posibilidad para un ser vivo de “expresar” una experiencia emocional. Si se reconoce en los pájaros y mamíferos, y también demostrado en los invertebrados tales como el pulpo o ciertos crustáceos [2].
El dolor y el sufrimiento a menudo son equiparados en el lenguaje cotidiano. Sin embargo, con diferencia al dolor, el sufrimiento implica la consciencia de un fenómeno doloroso. No obstante, no necesariamente conlleva la agresión física. La ansiedad puede resultar del malestar con referencia al entorno en el cual se encuentra el animal.
¿Qué hace posible la afirmación de que ciertas especies de animales tienen dolor o sufren y otros no? El córtex desarrollado escasamente en peces sugiere que no suelen sentir daño debido a la ausencia de un neocortex. Sin embargo, los trabajos recientes [3] han demostrado que pueden sentir incomodidad. Incluso se propone que la experiencia del dolor en los animales con el cerebro menos complejo que el cerebro humano (sin neocortex) es más intensa dada la ausencia de los fenómenos regulatorios.
A pesar de que es difícil obtener una prueba irrefutable de que el animal sufre, en Suiza, la Comisión de Ética para Biotecnologías en el campo no humano ha formulado recomendaciones acerca de la naturaleza moral en uso de peces, considerando que no hay investigaciones que demuestren la ausencia de la sensibilidad al dolor.
Sin embargo, ¿deberían el dolor y el sufrimiento que podrían conducir a la expresión de los sentimientos o emociones negativas, ser los únicos criterios del bienestar animal? En otras palabras, ¿Está el bienestar animal reducido a la ausencia de la incomodidad?
¿Puede el animal también expresar emociones positivas? Grandin y Johnson lo consideran [4]. Para estos autores, el animal siente siete emociones que son parte del sistema emocional de todos los mamíferos: tres de ellas generan la incomodidad: el enfado, el miedo y el pánico, y otras cuatro el bienestar: el deseo sexual, la protección, el juego y la curiosidad y el placer. Por los tanto, el bienestar animal no estaría limitado por la basta ausencia de la expresión de las emociones negativas.
Considerando el estado emocional del animal, los investigadores [5] proponen caracterizar el bienestar animal por el concepto de su calidad de vida. La calidad de vida de un animal se determina por el equilibrio general entre los sentimientos y las emociones placenteras y desagradables a lo largo de su vida. Las experiencias emocionales que se evalúan por los humanos podrían relacionarse con la nutrición, el entorno, la salud, la habilidad de expresar conductas (lo que refleja el aburrimiento o la frustración) o el estado mental (tales como los efectos mentales que resultan de una sensación de hambre o sed). La medición de la calidad de vida plantea muchas dificultades porque supone escuchar todas las manifestaciones emocionales en la vida de un animal, ponderando el valor de cada una de ellas en términos de su importancia para la supervivencia o la urgencia, y la valoración de ellas según el animal en cuestión. Sin embargo, el concepto de calidad de vida presenta la ventaja de pensar sobre el bienestar animal a lo largo del tiempo y trascender los únicos momentos cuando el animal podría estar en situación de sufrimiento.
3. Afrontamiento: ser capaz de satisfacer sus necesidades
El enfoque que considera los sentimientos y las emociones como elementos clave del bienestar animal tiene la ventaja de contemplar tanto los aspectos físicos como mentales del bienestar. El problema sin embargo es que acceder a la experiencia subjetiva de un animal no es posible.
Por otra parte, un ser vivo podría no tener emociones negativas mientras se encuentra en un estado de malestar (cuando, por ejemplo, está afectado por ciertas enfermedades, o si no es capaz de crecer o reproducirse). Entonces, en un intento de calificar el bienestar animal se proponen otros enfoques, que se entienden en términos de la habilidad del animal para “copiar” su entorno, es decir, ser capaz de satisfacer sus necesidades y de este modo mantener la estabilidad mental y física [6].
La conducta puede ser un indicador temprano de una posible degradación del bienestar. El comportamiento del animal puede ser señal de una correcta o inapropiada adaptación de las condiciones de ganadería. No obstante, la conducta también pude considerarse como un medio del animal para adaptarse. De esta manera, un estereotipo puede considerarse tanto un indicador del malestar igualmente como un medio para combatir este malestar.
Por ejemplo, el comportamiento al levantarse o tumbarse de las vacas lecheras es un indicador reconocido de la adaptación adecuada de los establos. A la llegada a la sala de ordeño del animal, el rechazo a seguir adelante puede indicar la presencia de un obstáculo visual en el circuito. La conducta oral de los terneros puede ser utilizada para medir los efectos del comportamiento alimentario. La mayor dificultad es elegir el indicador correcto de comportamiento y conocer las determinantes de este. El comportamiento de los animales entre si (el comportamiento social) también es un indicador de la calidad de su entorno: por ejemplo, los golpes repetitivos entre los animales alrededor de las áreas de alimentación puede revelar una situación competitiva que puede ser relacionada con la falta de espacio en el comedero. El trabajo experimental fue capaz de relacionar el comportamiento del animal con las variaciones fisiológicas medidas en concreto a través de las mediaciones de sangre, orina o saliva. Estas variaciones (incremento en el índice de latidos del corazón, corticoides de sangre o saliva por ejemplo) reflejan los mecanismos de adaptación fisiológica relacionados con el estrés, pero son difíciles de realizar en el periodo de reproducción y son complejos para interpretar. Desde el trabajo de Grandin para el Instituto Americano de la Carne (American Meat Institute - AMI) en el año 1991, el uso de los indicadores de conducta ha sido desarrollado por varias auditorías aplicadas. Los resbalones y las caídas también han sido usados para las autoevaluaciones de las herramientas de transporte o la calidad en el matadero. Sea cual sea el método de medición, la observación del comportamiento animal requiere un entrenamiento anterior para producir calidad y la información reproducible y repetible.
4. Condiciones de vida naturales
En este enfoque, el animal debería ser capaz de vivir y convivir de conformidad con sus actitudes y conductas naturales [7]. Este planteamiento lleva a cuestionar el entorno natural en el cual el animal se desarrolla. Sin embargo, ¿son las características del bienestar las mismas para los animales domésticos y sus antecesores salvajes? ¿Cómo les influye el proceso de domesticación?
5. La relación hombre-animal
El análisis del bienestar animal también puede implicar el análisis de la relación hombre-animal. En efecto, la relación entre los humanos y los animales es tanto un factor de riesgo para el bienestar animal como también el resultado del bienestar sentido por el animal viviendo unas situaciones o intervenciones que involucran la relación con los humanos. El comportamiento del ganadero en situaciones diarias o durante las intervenciones tiene un fuerte impacto en la reactividad del animal. No obstante, aún es poco aplicado dentro de las herramientas de evaluación de la ganadería y puede ser entendido como impedimento de su uso por algunos ganaderos porque ponen en duda sus propias prácticas. Sin embargo, el análisis de las prácticas de la relación hombre-animal parece ser un factor importante para el avance en la mejora del bienestar animal.
Finalmente, si el animal nos da su “opinión” en la manera en que percibe su entorno a través de su comportamiento, su estado sanitario o las variaciones en los parámetros fisiológicos, la interpretación de estos elementos puede ser debido a varios factores implicados y fenómenos de una adaptación existente o regulación. Bienestar es un concepto multidimensional y complejo que parece ilusorio reducirlo a una lista universal de criterios. El número y la diversidad de criterios utilizados en los trabajos científicos para objetivar el bienestar animal reflejan la dificultad de proponer una teoría unitaria. La elección de los criterios de evaluación no es neutral y los desacuerdos evidentes marcaron las declaraciones hechas en simposios y trabajos de investigación.
Mientras el bienestar animal puede ser parcialmente objetivado, también es en parte el resultado de observaciones hechas por un humano que interpreta los sentimientos de un no humano. En este respeto, por lo tanto, el ganadero tiene una posición clave tomando en consideración el bienestar de sus animales: está en contacto con ellos, los observa, lo que es una actividad propia de su profesión. ¿Este hecho le predispone a una buena observación del bienestar animal? En otras palabras, ¿Es un observador privilegiado para evaluar el estado del bienestar de sus animales? La calidad de sus observaciones está fuertemente relacionada con la postura empática que él puede mostrar. Por otra parte, es cuestión de interpretar el comportamiento animal evitando el antropomorfismo naif que llevaría a proyectar unas especificidades estrictamente humanas sobre el animal, e igualmente la minimización de un animal que lo concibe como un objeto.

Referencias
[1] Chapouthier, G. (2010). La douleur sous l'angle de l'évolution des espèces. In J.L. Guichet (Ed.), Douleur animale, douleur humaine, données scientifiques, perspectives anthropologiques, questions éthiques. (pp. 230-243). Versailles : Quae.
[2] Magee, B. and Elwood, R. W. (2013). Shock avoidance by discrimination learning in the shore crab (Carcinus maenas) is consistent with a key criterion for pain. J. Exp. Biol. 216, 353-358.
[3] Sneddon, L.U, Braithwaite, V.A., & Gentle, M.J., (2014). Do fishes have nociceptors ? Evidence for the evolution of a vertebrate sensory system.
[4] Grandin, T., & Johnson, C. (2009). Animals make us human. Creating the best life for animals. New York : Mariner Books.
[5] Mc Millan, F.D. (2005). The concept of quality of life in animals. In F.D. Mc Millan (Ed.), Mental Health and well-being in animals, (pp. 183-200). UK : Blackwell Publishing.
[6] Broom, D.M. (2008). Welfare assessment and relevant ethical decisions: key concepts. Annual Review of Biomedical Sciences, 10, 79-90.